Vivía en el exterior hasta que una llamada familiar cambió el rumbo de su vida. Desde entonces trabaja en el cuidado de personas. "Mi rol de acompañante demanda mucha dedicación porque el compromiso siempre es absoluto".
Miembro del equipo profesional de FAMILIA Acompañantes
Por muchos años, Fátima Ramos migró al exterior. Su trabajo era excelente y el lugar donde vivía, un paraíso tropical. Pero un día su padre enfermó y fue el momento de tomar decisiones: "Soy hija única y mi madre debía afrontar sola esa nueva situación así que no lo dudé, sentí que era mi deber volver y ayudarlos", cuenta Fátima.
"Me sentí responsable porque mis padres me tuvieron siendo ya grandes, me pareció que mi lugar era a su lado y con el paso del tiempo jamás me arrepentí de mis decisiones" confiesa. "Siento mucha paz por el giro que le di a mi vida... La conciencia más que tranquila", agrega.
Desde que regresó a Montevideo (ya pasaron 20 años), su actividad laboral estuvo siempre orientada al ámbito de la salud y la asistencia social. Primero en casa, con su padre. Al tiempo también junto a su madre y después -ya de manera profesional- enfocada específicamente en tareas de administración y cuidados en residenciales.
En un punto de su trayectoria resolvió capacitarse como acompañante, tarea en la que se desempeña desde hace un año como miembro del equipo profesional de FAMILIA.
"Nuestro rol es muy complejo, porque demanda mucha dedicación, respeto y calidez. Cada caso es muy especial pero el compromiso es absoluto", explica. "Cuando entro a trabajar en FAMILIA me pongo el uniforme y mis problemas se quedan afuera. Lo único que importa es mi paciente".